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La cultura de los poslectores

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Con motivo de una nueva feria del Libro, editoriales, diarios, consiglieri, defensores del sacrosanto orden del papel, etc etc hacen lo imposible para: 1) mostrar su irreductibilidad a las modas tecnológicas, 2) hacer mínimas concesiones al universo digital que sin prisa, pero sin pausa tampoco, está poniendo patas para arriba un orden establecido hace 500 años y que por algun extraño motivo los primeros consideran eterno.

La revista Ñ (que junto a ADN de La Nación y Radar de Página/12 son núcleos privilegiados de esa resistencia) entre desganada y preocupadamente armó un informe titulado El libro y el pensamiento en la era digital coordinado por Alejandra Rodriguez Ballester & Jorgelina Nuñez. Pero por el resultado el tiro puede haberles salido por la culata porque por primera vez el balance es bastante mas duro para los libros que para las pantallas.

Abre este informe mi nota (inédita) “La cultura de los post-lectores “que dialoga con “Los libros y el pensamiento” de Gloria Pampillo. El dossier incluye además una entrevista a Robert Baensch, una pésima experiencia de lectura de e-books de Eduardo Belgrano Rawson (Francis Pisani leyó una novela entera de 600 páginas en el Kindle 2, y la gozó de lo lindo), “La condiciones de la época” sobre la poesía en Internet analizado en profundidad por Santiago Llach; “Mi blog, bitácora de escritura” de Daniel Link; “Google la nueva divinidad” por Jorge Carrión, y el que mas me gustó “La escuela me hizo odiar la lectura” de Francisco Tonucci. Como corresponde Clarín pijotea el material y no lo puso en línea. Por eso aquí subo el mío.

1. Mas alla de las estadísticas inconducentes

En noviembre de 2007 Jeff Bezos había hecho la primer demo pública del Kindle, el mejor libro electrónico de la Historia -hoy ya en su versión muy mejorada 2.0-. Dos meses mas tarde Steve Jobs, cofundador de Apple y uno de los titanes de la industria al haberla revolucionado 5 veces con productos únicos (la Mac, Pixar, el iPhone, el iPod y iTunes)- . al presentar la Mac Air comentó como al pasar del Kindle «No importa cuan bueno o malo sea el producto, lo cierto es que la gente ya no lee, el 40% de los norteamericanos leen un libro o menos por año«.

¿Habrá que creerle a pies juntillas a Steve Jobs? ¿O al revés habrá que hacer como Timothy Egan, ex reportero del New York Times y blogero de monta, que insiste que cada tanto alguien brillante dice una estupidez supina, y rebate los datos de Jobs recordando que el último libro de Harry Potter vendió 9 millones de copias en 24 horas, El Código Da Vinci 60 millones, mientras que solo se vendieron 3.7 millones de iPhones en el año 2007?

Este intercambio aparentemente inocuo puede ser una muy buena apostilla para iniciar esta nota -publicada en la edición de esta semana de la revista Ñ en un especial dedicado a El libro y el pensamiento en la era digital que pretende responder a las siguientes preguntas

-¿Cuál es el futuro de la lectura (profunda)?
-¿Y cuál es el futuro de los lectores cuya atención (o falta de) es atraída por otras ofertas mediáticas? -¿Y si se la lectura profunda está en riesgo de extinción, qué es lo que la amenaza? ¿El ocio, el escepticismo, una mutación cultural o cognitiva? ¿La aparición de nuevas tecnologías, soportes o prácticas?
-¿Se termina la lectura o se termina un tipo de lectura?
-¿Se terminan los lectores o se mediamorfizan?
-¿Estamos viendo el fin de la lectura o mas bien el fin de la lectura solitaria, silenciosa, en papel, y el inicio de la lectura colectiva, multitasking, en la pantalla?
-¿O lo que está pasando, sumado a todo lo anterior es no tanto el fin de nada, cuanto el nacimiento de una nueva ecología mediática, caracterizando por el pasaje de un número irrestricto o gigantesco de lectores -en relación a un número minoritario de escritores- a un sistema de lectoescritura multimedial mucho mas democrático y masivo de lo que hemos visto nunca antes?

2. Las reiteradas muertes de la lectura

La entrada «muerte de la lectura» en Google arroja 213 millones de resultados. Si la cantidad de obituarios mide de algún modo la grandeza (o relevancia) de alguien en vida, tantas referencias a un tópico que precisamente exige ser leído es al menos paradójico. Nada casualmente la primera de esas referencias empieza con una consabida cita a uno de los dos grandes gurúes de la historia de los libros Robert Darnton -junto a Roger Chartier– quien en “First Steps Toward a History of Reading” un simpático articulo publicado ayer nomás en 1986, instaba a construir una historia de la lectura, complementando las previas de la escritura, la imprenta. el libro, las bibliotecas, etc.

La propuesta de Darnton apuntaba a enfocarnos en la historia de los elementos cognitivos y afectivos, y en las dimensiones internas y profundas de la experiencia de la lectura. Y de un modo u otro su pedido fue atendido y explicitado en la impresionante compilación de Guglielmo Cavallo, y Roger Chartier (dirs.) Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 1998).

Si el fin de la lectura sobre papel asusta, es porque para muchos leer no es solo conocer, sino que leer es sentir, pensar, imaginar, creer y sobretodo autoconstruirnos socialmente en el mundo del sentido y el simbolismo, y finalmente prepararnos para participar de las conversaciones que nos hacen humanos -como bien lo ratificó en su discurso inagural en la 35va Feria del libro, la escritora estrella Angélica Gorodischer al sostener que «Fuimos humanos cuando nos apoderamos del libro«.

Si ser es ser lector nada sería mas amenazador e irreversible para la lectura (y para el ser lector) que la aparición de los nuevos soportes digitales, la desaparición de la constelación de Gutenberg, y sobretodo la emergencia de nuevos poli- o post-alfabetismos, como los que emergen con la aparición de una nueva clase cognitiva como son los nativos digitales y con el devenir masivo de las videoinscripciones y las videoescrituras.

3. La reiterada confusión entre soportes y prácticas socioculturales

Según Liza Gitelman los medios existen en al menos dos dimensiones superpuestas. En un plano se trata de tecnologías que hacen posible la comunicación. En el otro se trata de un conjunto de protocolos asociados a prácticas sociales y culturales desarrollados alrededor de esas tecnologías.

El análisis de Gitelman en términos de hábitos y de prácticas colaborativas, permite entender mucho mejor la mutación de los medios -la forma de envasar sus contenidos, su dinámica interna, su reapropiación y resignificación por parte de los consumidores y las industrias-, que cualquier lectura reduccionista en términos de máquinas y herramientas, pero también en términos de necesidades culturales presupuestas y determinantes.

La mayorìa de las discusiones acerca de la muerte -nosotros preferimos hablar de reinvención– de la lectura se centran en el plano de las tecnologìas como sistemas de distribución (libro electrónico vs libro de papel, Internet vs editoriales, papel vs pantalla) pero si prestamos atenciòn a las distinciones de Gitelman (que hacen eco en otro plano a las de Michel de Certeau) podemos diseñar un nuevo nivel de análisis.

Paradójicamente se trata de un tipo de aproximación que ve amenazada la lectura no tanto por los nuevos dispositivos -muchas veces meros remedos de los anteriores-, sino por la aparición de nuevas prácticas culturales ligadas, por un lado a la implosión de la noción de autor individual, de texto cerrado e impoluto y de intangibilidad y sacralidad de lo escrito como vehículo de conocimiento y asiste consiguientemente a la explosión de literaturas vicarias o «bárbaras», y por el otro a la ominpresencia de la imagen, y crecientemente de la ediciòn y transformación de la imagen en formas cada vez mas masificadas.

4. La transformación de la asimetría lectores/escritores

Hasta mediados del siglo XVIII quienes leían libros eran sobretodo los mismos que los escribían. Se trataba de una pequeña comunidad endogámica identificada por la posesión de educación y por la indiferencia -dada su capacidad económica- ante los trabajos remunerados

La invención de la burguesía liberó ingentes cantidades de ciclos ociosos y de plusvalía cognitiva, inventando a su vez un público de lectores que no escribía libros. La máquina de fabricación de lectores se llamó novela, la varita mágica que convirtió en real al público potencial.

Una novela llamaba a la otra, el Canon se estableció lentamente, era impensable que un gran escritor no siguiera las huellas, eventualmente para borrarrlas o disfrazarlas, de los anteriores.

Leer el Canon literario Occidental exigía sumergirse en libros que remitían a libros, que remitían a mas libros. Una aventura paratextual que se aprecia tanto mas cuando uno se abstrae del mundo y se aboca a la literatura.

5. La sabiduría de los bárbaros

Es harto probable que ese tipo de lectura (intertextual, profunda, mimética) esté camino de la extinción. Para los nuevos no-lectores, o post-lectores (los llamaremos Bárbaros o Nativos Digitales) ese tipo de lecturas no genera ningùn tipo de sensación placentera (y menos aún iluminadora), peor aun no les promete ningún tipo de sensación.

La aparición de El Nombre de la Rosa de Umberto Eco en 1980, el primer libro bien escrito de la historia, cuyas instrucciones de uso aparecen en forma íntegra en lugares que no son libros, señala el advenimiento de esta nueva era.

Asistimos aquí a un verdadero efecto Munchausen donde se inventa al mismo tiempo el fenómeno y el sujeto que hace posible/es hecho posible por el fenómeno. La gente no compra la experiencia del libro sino la experiencia periódico + libro + ubicación de un grande de la literatura en una extraña y muy poco convencional secuencia noticias + gustos culturales + pasión política + hobby compartido.

Para los bárbaros la calidad de un libro reside en la cantidad de energía que ese libro es capaz de recibir desde otras narraciones y verterla luego sobre otras narraciones.

La lengua del mundo se gesta hoy en la publicidad, en la música ligera, en el periodismo, en el deporte, en la moda, en muchísimos lugares externos a los libros en si. En ellos abrevan los bárbaros y allí recurren para ser y hacer(se).

6. El futuro poder de las videoinscripciones

La segunda amenaza a la lectura proviene de la imposibilidad hasta hace una década de poder despedazar al universo audiovisual, acceder al diccionario de imágenes y contar con los instrumentos básicos de la producción textual para aplicarlo a las imágenes.

La imprenta de Gutenberg no alcanzó por si misma para que los textos tuvieran el poder de corrosión de la conciencia que hoy les conocemos y que vemos diluirse ante nuestras narices. Se necesitó concomitantemente de una larguísima lista de innovaciones y técnicas que permitieran que los escritores y lectores comunes pudieran manipular el texto en la práctica. Los símbolos para aislar citas, el índice de contenidos, la numeración de las páginas, los índices de autores y temas, las notas a pie de página, las citas bibliográficas, fueron una panoplia de distinciones que tardaron siglos en consolidarse, hasta convertirse en nuestras formas actualmente transparentes de manipular el texto a voluntad.

Con el advenimiento del paraíso digital y de su almacenamiento en Internet, las imágenes están siendo mas fáciles de crear, almacenar, anotar, recombinar en narrativas complejas y remanipulables por el público, que nunca antes. Por primera vez en la historia las imágenes se han vuelto maleables y líquidas como el texto. Como bits alfabéticos es posible verterlas en links y forzarlas a ser capturadas por los motores de búsqueda. En pocos años mas las alfabetizaciones mediáticas masivas permitirán el mismo tipo de creación y de consumo que el mundo del texto nos ha regalado durante siglos en el de las imágenes. Cuando ello ocurra la lectura profunda se verá mas amenazada que nunca.

7. Convergencia cultural y el mundo antes y despues del “Rip. Mix and burn”

Nadie que busque entender la industria cultural hoy puede hacerlo si no es desde el ángulo del trabajo/juego/reinvención de los lectores en el nuevo sistema mediático -totalmente ortogonal a todas las concepciones dominantes de broadcast o irradiación

Cultura participativa es el término que engloba esta nueva forma de coproducir mediaciones. La convergencia se produce en nuestras cabezas y en nuestras interacciones sociales. El consumo ha devenido colectivo, los lugares de la producción/consumo se intercambian crecientemente. La suma del conocimiento amateur supera ampliamente la de los expertos. Hay que barajar y dar de nuevo. Las conductas lecto- y video-escriturales van por el ascensor y los conceptos por la escalera.

Por eso insistimos en que mas que de muerte o fin, debemos hablar de reinvención de la lectura. Solo que esta vez los lectores serán cada vez mas escritores y que su paleta no estará compuesta solo de texto sino tambièn de imágenes, sonidos y objetos.

Lo digital convertido en un corrosivo de géneros, soportes y formatos permitirá una liberación expresiva inaudita. Pero en ausencia de nuevas reglas, compromisos y estéticas tanto desorden podría convertirse en mera cacofonía. Habrá que establecer un nuevo decálogo de los límites y retóricas del «rip, mix and burn» si queremos plena y fecundamente participar creativa y enriquecidamente de lo mejor de los dos mundos.

Referencias

Baricco, Alessandro Los Bárbaros. Ensayos sobre la mutación. Barcelona, Anagrama, 2008.
Boschma, Jeroen. La Generación Einstein. Más listos, más rápidos y más sociables. Comunicar con los jóvenes del siglo XXI. Barcelona, Gestión 2000, 2008.
Bourriaud, Nicolás Post-producción. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004.
Fargier, Jean Paul. Videoescrituras. Buenos Aires, Prometeo, 1995.
Ferrés, Joan La educación como industria del deseo. Un nuevo estilo comunicativo. Barcelona, Gedisa, 2008.
Gee, James Paul What videos have to teach us about learning and literacy. New York, Palgrave Macmillan, 2003.
Gitelman, Lisa Always already new: Media, history, and the data of culture. Cambridge, The MIT Press, 2006.
Jenkins, Henry Convergence Culture. La cultura de la convergencia de los medios de comunicación. Barcelona, Paidós, 2008.
Johnson, Steven Everything bad is good for you. How today’s popular culture is actually making us smarter New York, Riverhead, 2005.
Kelly, Kevin «Becoming Screen Literate». The New York Times 21/11/2008
Piscitelli, Alejandro Nativos Digitales. Dieta cognitiva, inteligencia colectiva y arquitecturas de la participación. Buenos Aires, Santillana, 2009
Ranciere, Jacques El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Barcelona, Laertes, 2003.
Shirky, Clay Here comes everybody. The power of organizing without organizations. New York, The Penguin Press, 2008.

Webografía

http://www.itofisher.com/mito/weblog/2008/11/living_and_learning_with_new_m.html
http://weblogs.madrimasd.org/futurosdellibro/archive/2009/03/24/115088.aspx
http://www.theatlantic.com/doc/200903u/amazon-kindle
http://www.nytimes.com/2008/11/23/magazine/23wwln-future-t.html?ref=magazine
http://remixtheory.net/?p=365
http://henryjenkins.org/2009/04/what_went_wrong_with_web_20_cr.html

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11 comentarios

  1. Me gustó mucho la nota de Tonucci! Como Clarín, como decís, la pijoteó online, pongo este reportaje de La Nación que dice más o menos lo mismo. 🙂

  2. Excelente. Muy buena nota y bibliografía para profundizar el tema. Me gusta la perpectiva.

  3. Alejandra Rodríguez Ballester Alejandra Rodríguez Ballester

    A ver, voy a disentir con lo afirmado más arriba, ¿cuando la revista Ñ toca el tema de las nuevas tecnologías y el balance no es favorable al libro en papel resulta que «le sale el tiro por la culata»? ¿Por qué? ¿No sería mejor admitir que está bueno que se la haya dado este espacio al tema? ¿O la revista convocó a determinada gente a escribir «porque se equivocó»? La diversidad de enfoques y posturas, en mi opinión, es más interesante que el guiso ideológico que se cocina dentro del propio ghetto. Tampoco estoy de acuerdo con el supuesto «desgano» ni con la «preocupación» atribuidas más arriba a la Ñ, en tu nota que abre el dossier también se habla de «amenaza» a la lectura en relación con los nuevos medios, y si bien se la relativiza como «reinvención» también se admite el riesgo de posible «cacofonía» (cito ahora sin releer). En fin, no es que esté enojada pero me gusta defender una edición de la que me hago cargo. Saludos a les philosophes.

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